2 P. 1:5-11

Oremos para que los santos crezcan en vida hasta llegar a la madurez de modo que les “sea suministrada rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 1:5-11).

2 P. 1:5-11—Y por esto mismo, poniendo toda diligencia, desarrollad abundantemente en vuestra fe virtud; en la virtud, conocimiento; en el conocimiento, dominio propio; en el dominio propio, perseverancia; en la perseverancia, piedad; en la piedad, afecto fraternal; en el afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán ociosos ni sin fruto para el pleno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas es ciego y tiene la vista muy corta; habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, sed aún más diligentes en hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no tropezaréis jamás. Porque de esta manera os será suministrada rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

 

Ministerio: Cooperar con Dios para atar y desatar

Dios desea hacer muchas cosas hoy en la tierra. Pero es necesario que la iglesia se ponga de Su lado para poder hacerlas por medio de ella. Él no puede hacer lo que quiere solo; debe hacerlo con la cooperación de la iglesia, ya que la iglesia es el medio por el cual se expresa. Permítanme repetirlo: la iglesia es como una tubería. Si ésta es demasiado pequeña, no dejará pasar mucha agua, aunque el agua disponible sea tanta como la del río Yangtze. Ciertamente Dios quiere obrar en el cielo, pero Él debe esperar que haya una acción en la tierra antes de poder obrar. Hay muchas cosas que Dios quiere atar y desatar en el cielo. Él desea atar a muchas personas y muchos objetos que se le oponen; también quiere desatar muchas cosas que son espirituales, valiosas, útiles y santas y que le pertenecen. Lo que queda pendiente es si habrá hombres en la tierra que aten lo que Dios quiere atar y que desaten lo que Él quiere desatar. Él quiere que la tierra dirija al cielo. Dios quiere que la iglesia dirija el cielo. (El ministerio de oración de la iglesia, pág. 15)

© Living Stream Ministry. Usado con permiso.

 

2 Ti. 4:10; Hch. 2:40; Fil. 2:15

Oremos para que todos los santos, especialmente los más jóvenes y nuevos, no amen este siglo sino sean salvos de “esta generación perversa” y sean “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual [resplandecen] como luminares en el mundo” (2 Ti. 4:10; Hch. 2:40; Fil. 2:15).

2 Ti. 4:10—Porque Demas me ha abandonado, amando este siglo.

Hch. 2:40—Y con otras muchas palabras testificaba solemnemente y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Fil. 2:15—Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.

 

Ministerio: Oraréis así (1): "Padre ... santificado sea Tu nombre"

“¡Santificado sea Tu nombre!” Dios espera que todos oremos pidiendo que Su nombre sea santificado por el hombre. Su nombre es exaltado entre los ángeles. Pero en la tierra, Su nombre está siendo usado en vano; aun a los ídolos les ponen Su nombre. Cuando un hombre toma el nombre de Dios en vano, Dios no le demuestra Su ira partiéndolo con un rayo, sino que se esconde como si no existiera. Cuando un hombre toma Su nombre en vano, Dios no lo confronta. Aún así, quiere que Sus hijos oren: “Santificado sea Tu nombre”. Hermanos y hermanas, si aman a Dios y lo conocen, entonces querrán que Su nombre sea santificado. Si alguno toma el nombre de Dios en vano, ustedes se sentirán heridos, su deseo de que el nombre del Señor sea santificado se fortalecerá, y orarán con más perseverancia: “Santificado sea Tu nombre”. Un día el hombre santificará este nombre y nunca más lo tomará en vano. (El ministerio de oración de la iglesia, págs. 32-33)

© Living Stream Ministry. Usado con permiso.

 

Mt. 24:40-47; Ap. 21:2; 19:7-9

Oremos para que los santos velen y sean prudentes, y para que experimenten todo lo necesario para ser preparados y estar dispuestos “como una novia ataviada para su marido” y sean “llamados a la cena de las bodas del Cordero” (Mt. 24:40-47; Ap. 21:2; 19:7-9).

Mt. 24:40-42—Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en el molino; la una será tomada, y la otra será dejada. Velad, pues, porque no sabéis en qué día viene vuestro Señor.

Mt. 24:45-47—¿Quién es, pues, el esclavo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a su debido tiempo? Bienaventurado aquel esclavo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá.

Ap. 21:2—Y vi la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido.

Ap. 19:7, 9—Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. Y me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero.

 

Ministerio: Oraréis así (2): "Venga Tu reino"

“¡Venga Tu reino!” Este no es sólo el deseo de la iglesia, sino también su responsabilidad. La iglesia debe traer el reino de Dios, para lo cual necesita pagar el precio de ser restringida por el cielo y someterse a su gobierno. Ella debe ser la puerta del cielo y debe permitir que la autoridad del cielo se exprese en la tierra. Para poder traer el reino de Dios, la iglesia tiene que conocer todas las maquinaciones de Satanás (2 Co. 2:11); y tiene que vestirse de toda la armadura de Dios a fin de estar firme contra las estratagemas del diablo (Ef. 6:11), pues dondequiera que está el reino de Dios, el diablo es echado fuera. Cuando el reino de Dios gobierne en la tierra completamente, Satanás será arrojado al abismo (Ap. 20:1-3). Puesto que la iglesia tiene una responsabilidad tan grande, Satanás hará todo lo que pueda por atacarla. Que la iglesia pueda orar como lo hicieron los santos de antaño: “Oh Jehová, inclina tus cielos y desciende” (Sal. 144:5). “Oh, si rompieses los cielos, y descendieras” (Is. 64:1). Al mismo tiempo debemos decirle a Satanás: “Apártate de la tierra ahora mismo, y vete al fuego eterno, el cual Dios ha preparado para ti” (cfr. Mt. 25:41). (El ministerio de oración de la iglesia, pág. 35)

© Living Stream Ministry. Usado con permiso.

 

1 Ti. 1:3-4; Gá. 2:20; Fil. 1:21a; Jn. 21:15-17; 1 Co. 12:24; Col. 3:10-11

Oremos para que el recobro del Señor experimente un nuevo avivamiento sin precedentes en la historia, avivamiento que sea producto de haber puesto en práctica exitosamente las revelaciones cumbre de la economía de Dios, incluyendo: el vivir del Dios-hombre, el pastoreo universal y la compenetración que produce la realidad del Cuerpo de Cristo y del nuevo hombre, el cual es uno solo (1 Ti. 1:3-4; Gá. 2:20; Fil. 1:21a; Jn. 21:15-17; 1 Co. 12:24; Col. 3:10-11).

1 Ti. 1:3-4—Como te exhorté, al irme a Macedonia, a que te quedases en Éfeso, para que mandases a algunos que no enseñen cosas diferentes, ni presten atención a mitos y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que la economía de Dios que se funda en la fe.

Gá. 2:20—Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí.

Fil. 1:21a—Porque para mí el vivir es Cristo.

Jn. 21:15-17—Entonces, cuando hubieron desayunado, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; Tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta Mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; Tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea Mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta Mis ovejas.

1 Co. 12:24—Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios concertó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba.

Col. 3:10-11—Y vestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos.

 

Ministerio: Oraréis así (3): "Hágase Tu voluntad"

Muchas personas tienen el concepto erróneo de que la razón por la cual el hombre ora a Dios es iniciar algo y pedirle a Dios que lo lleve a cabo. Pero la Biblia nos muestra que es Dios el que primero tiene una voluntad y quiere hacer algo; entonces nos muestra Su voluntad, y nosotros declaramos con nuestra boca la voluntad que hemos llegado a entender. Esto es la oración. El Señor nos enseñó a orar. Dios mismo desea que Su nombre sea santificado, que Su reino venga y que Su voluntad se haga en la tierra. Sin embargo, Él no hará estas cosas por Su propia cuenta. Él espera a que la iglesia ore. Si usted ora, yo oro y todos los hijos de Dios oramos, y las oraciones son lo suficiente numerosas, entonces Su nombre será santificado, Su reino vendrá y Su voluntad se hará en la tierra así como en el cielo. Los hijos de Dios tienen que aprender a hacer este tipo de oración. Siempre debemos recordar lo que Dios desea hacer. Aunque Él ha determinado hacer algo, no lo hará; Él debe esperar a que Sus hijos sean motivados y estén dispuestos a expresar Su voluntad en sus oraciones antes de que Él pueda contestarlas. Aunque en el milenio Su nombre será santificado plenamente, Su reino vendrá y Su voluntad se hará en la tierra, ese tiempo vendrá más tarde o más temprano dependiendo de la oración de Sus hijos. (El ministerio de oración de la iglesia, págs. 36-37)

© Living Stream Ministry. Usado con permiso.

 

Fil. 3:20; 2 Ti. 4:8; Tit. 2:13; Ap. 22:20

Para que el Señor Jesús regrese pronto (Fil. 3:20; 2 Ti. 4:8; Tit. 2:13; Ap. 22:20).

Fil. 3:20—Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos con anhelo al Salvador, al Señor Jesucristo.

2 Ti. 4:8—Y desde ahora me está guardada la corona de justicia, con la cual me recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan amado Su manifestación.

Tit. 2:13—Aguardando la esperanza bienaventurada, la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Jesucristo.

Ap. 22:20—El que da testimonio de estas cosas dice: Sí, vengo pronto. Amen. ¡Ven, Señor Jesús!

 

Ministerio: Perseverar en oración

Según lo dicho por Pablo en [Colosenses] 4:2, aquello que exige perseverancia es la oración. Debemos perseverar en la oración porque la oración implica una batalla, una lucha. Dios y Satanás son dos partes contrarias que se oponen entre sí. El nombre Satanás significa adversario. Satanás es el enemigo exteriormente así como el adversario interiormente. Por un lado, él es el enemigo que intenta derrotar a Dios; por otro, él es el adversario que está dentro del reino de Dios y busca causar daño. Como el adversario, Satanás se opone a Dios desde el interior de Su reino... Aunque la batalla que se libra en el universo es entre Dios y Satanás, hay una tercera parte que también está involucrada en este conflicto. Esta tercera parte la componen aquellos que Dios escogió y redimió, y son ellos quienes determinarán el resultado de la batalla. Si nos ponemos del lado de Satanás, Dios perderá, pese a que Él es todopoderoso... En un sentido muy real, Dios nos necesita. Sin nosotros, Él no podría pelear la batalla contra Satanás. Él debe conservar Su posición como Creador. Ésta es la razón por la que Él necesita que nosotros libremos la batalla... Ahora bien, si hemos de luchar del lado de Dios en contra de Satanás, es necesario que perseveremos en la oración. (Estudio-vida de Colosenses, pág. 610)

© Living Stream Ministry. Usado con permiso.

 

Perseverad en la oración.